Pablito Ruiz fue sin lugar a dudas el cantante que más odié cuando era un púber. Lo recuerdo perfectamente. En aquella época mis amigos y yo asistíamos a nuestras primeras fiestas, en las cuales muchas veces nos vimos obligados a bailar sus canciones. Nuestras amigas gustaban sus temas y gritaban despavoridas frente a su tierna “carita de ángel”.
En términos evolutivos psicosociales, Pablito Ruiz era apetecido por todas las féminas chilenas próximas a experimentar su “menarquia” (momento en que por primera vez se menstrúa). Dentro de este grupo etáreo se encontraban mis amigas, a quienes aún conservo y culpo a la vez por todos aquellos malos momentos que vivencié durante sus fiestas (en todo caso fueron muy pocos).
Mis amigas eran fanáticas de Pablito Ruiz sin lugar a dudas. Mis primas, compañeras de escuela e incluso mi hermano mayor también lo fueron. ¡Sí! Aquel hermano mayor que era admirador de Emannuel. Es más, mi amigo César cantaba y bailaba sus canciones, recibiendo a cambio como merecido unos cuantos golpes y mofas por doquier.
10 años de edad yo tenía más o menos cuando este argentino intérprete conquistaba lentamente el mercado musical latinoamericano y español. Fue todo un fenómeno en México, país que muchas veces intentó opacar su figura porque este cantante fue una amenaza evidente para Luis Miguel. Sin embargo, todos y todas sabemos que no fue más que eso.
En aquella época, Chile se encontraba en el ocaso de la Dictadura Militar de Pinochet y debo confesar que yo era un niño completamente enajenado. No tenía idea lo que significaba un Gobierno Militar y menos aún comprendía lo que era vivir en Democracia. En aquellos años mi mundo se reducía sólo a la lectura afanada de la Mitología Griega; a mis primeros balbuceos en inglés interpretando Madonna; y mi afán de coleccionista empedernido de estampillas y hojas de árboles.
14 años de edad tenía Pablito Ruiz y causaba tanta rimbombancia, que era imposible imaginar algún programa de televisión en el cual él no fuese el invitado más importante. Recuerdo perfectamente que estuvo en reiteradas ocasiones en “Sábados Gigantes” y que fue todo un éxito en el “ahora alicaído” Festival de Viña del Mar.
El fenómeno fue tal, que en sus inicios lo proyectaban como un probable “Guinness Records”, ya que vendió más de un millón de copias sólo con su primer disco, a mediados de los años 80´s. Realmente vendió más discos que cualquier cantante en español de la época (excepto Mecano, obvio)
Su canción más representativa y por la cual fue ovacionado por las féminas desprovistas de vellosidades púbicas fue “Oh Mamá, Ella me ha Besado (1987)”. Quien no recuerde esta canción se debe a que simplemente no tuvo una radio donde oír música. La canción resultó tan “pegajosa” que fue interpretada hasta por los más masculinos púberes pre-adolescentes de la época. Lo recuerdo perfectamente.
Sin embargo, el enriquecimiento de sus “managers” le duró poco tiempo. Solamente los tres primeros discos de este cantante, Pablo Ruiz (1985), Un Ángel (1987) y Océano (1989) lograron éxito de ventas, la rotación excesiva de sus videos y de presentaciones en festivales de música popular. El resto de sus discos son una verdadera y evidente “escoria musical”.
Nada supe de este cantante por años. Sólo era un evidente recuerdo de niñez que muchas veces prefería no revocar. Sin embargo, pude apreciar a Pablito Ruiz, ya una persona de 30 años de edad, como un artista meramente decadente. Estuvo presente en un programa de televisión durante el cual se mofaron hasta el cansancio de su femineidad y sobre todo de ciertas especulaciones de su supuesta homosexualidad y pasión por las pelucas y tacos agujas. Él simplemente se rió de todos, ya que jamás se dio por aludido y comentarios no realizó al respecto.
Sin embargo, lo que llamó mi atención fue su cambio físico y facial. Su “carita de ángel” se tornó en un adefesio que ni la cirugía plástica podría solucionar. Inclusive, realizó una presentación en la cual mostraba su abdomen, el cual era una suma indiscriminada de “michelines”. En ese sentido nos asemejamos.
Ahora que asumo sin vergüenza mi adicción a la “Música Kitsch” afirmo que mucha nostalgia me trae escuchar las canciones de Pablito Ruiz. Sin embargo, jamás compraría algún disco recopilatorio de este cantante, ya que simplemente no está a la altura de otros u otras que si lo merecen y que han sido injustamente olvidados.
Contemplar a Pablito Ruiz en esta “Antología Kitsch” responde únicamente a que me revoca a mi niñez y a la de mis amigas, a quienes les dedico “Oh Mamá, Ella me ha Besado (1987)”, su canción más famosa y que sin lugar a dudas lo determina más:
En términos evolutivos psicosociales, Pablito Ruiz era apetecido por todas las féminas chilenas próximas a experimentar su “menarquia” (momento en que por primera vez se menstrúa). Dentro de este grupo etáreo se encontraban mis amigas, a quienes aún conservo y culpo a la vez por todos aquellos malos momentos que vivencié durante sus fiestas (en todo caso fueron muy pocos).
Mis amigas eran fanáticas de Pablito Ruiz sin lugar a dudas. Mis primas, compañeras de escuela e incluso mi hermano mayor también lo fueron. ¡Sí! Aquel hermano mayor que era admirador de Emannuel. Es más, mi amigo César cantaba y bailaba sus canciones, recibiendo a cambio como merecido unos cuantos golpes y mofas por doquier.
10 años de edad yo tenía más o menos cuando este argentino intérprete conquistaba lentamente el mercado musical latinoamericano y español. Fue todo un fenómeno en México, país que muchas veces intentó opacar su figura porque este cantante fue una amenaza evidente para Luis Miguel. Sin embargo, todos y todas sabemos que no fue más que eso.
En aquella época, Chile se encontraba en el ocaso de la Dictadura Militar de Pinochet y debo confesar que yo era un niño completamente enajenado. No tenía idea lo que significaba un Gobierno Militar y menos aún comprendía lo que era vivir en Democracia. En aquellos años mi mundo se reducía sólo a la lectura afanada de la Mitología Griega; a mis primeros balbuceos en inglés interpretando Madonna; y mi afán de coleccionista empedernido de estampillas y hojas de árboles.
14 años de edad tenía Pablito Ruiz y causaba tanta rimbombancia, que era imposible imaginar algún programa de televisión en el cual él no fuese el invitado más importante. Recuerdo perfectamente que estuvo en reiteradas ocasiones en “Sábados Gigantes” y que fue todo un éxito en el “ahora alicaído” Festival de Viña del Mar.
El fenómeno fue tal, que en sus inicios lo proyectaban como un probable “Guinness Records”, ya que vendió más de un millón de copias sólo con su primer disco, a mediados de los años 80´s. Realmente vendió más discos que cualquier cantante en español de la época (excepto Mecano, obvio)
Su canción más representativa y por la cual fue ovacionado por las féminas desprovistas de vellosidades púbicas fue “Oh Mamá, Ella me ha Besado (1987)”. Quien no recuerde esta canción se debe a que simplemente no tuvo una radio donde oír música. La canción resultó tan “pegajosa” que fue interpretada hasta por los más masculinos púberes pre-adolescentes de la época. Lo recuerdo perfectamente.
Sin embargo, el enriquecimiento de sus “managers” le duró poco tiempo. Solamente los tres primeros discos de este cantante, Pablo Ruiz (1985), Un Ángel (1987) y Océano (1989) lograron éxito de ventas, la rotación excesiva de sus videos y de presentaciones en festivales de música popular. El resto de sus discos son una verdadera y evidente “escoria musical”.
Nada supe de este cantante por años. Sólo era un evidente recuerdo de niñez que muchas veces prefería no revocar. Sin embargo, pude apreciar a Pablito Ruiz, ya una persona de 30 años de edad, como un artista meramente decadente. Estuvo presente en un programa de televisión durante el cual se mofaron hasta el cansancio de su femineidad y sobre todo de ciertas especulaciones de su supuesta homosexualidad y pasión por las pelucas y tacos agujas. Él simplemente se rió de todos, ya que jamás se dio por aludido y comentarios no realizó al respecto.
Sin embargo, lo que llamó mi atención fue su cambio físico y facial. Su “carita de ángel” se tornó en un adefesio que ni la cirugía plástica podría solucionar. Inclusive, realizó una presentación en la cual mostraba su abdomen, el cual era una suma indiscriminada de “michelines”. En ese sentido nos asemejamos.
Ahora que asumo sin vergüenza mi adicción a la “Música Kitsch” afirmo que mucha nostalgia me trae escuchar las canciones de Pablito Ruiz. Sin embargo, jamás compraría algún disco recopilatorio de este cantante, ya que simplemente no está a la altura de otros u otras que si lo merecen y que han sido injustamente olvidados.
Contemplar a Pablito Ruiz en esta “Antología Kitsch” responde únicamente a que me revoca a mi niñez y a la de mis amigas, a quienes les dedico “Oh Mamá, Ella me ha Besado (1987)”, su canción más famosa y que sin lugar a dudas lo determina más: