



Hace 25 años atrás escuchaba “Mazapán” y observaba como mis dos hermanos mayores pedían a mis papás “Zapatos Pluma” para ir al colegio. “Pluma! Pluma! Copión!”. Decía la publicidad de este calzado escolar cuya figura central era el actor Daniel Muñoz. El famoso de la serie “Huaiquimán y Tolosa”, quien junto al “oportunista abc1” Benjamín Vicuña, son los personajes centrales de esta serie que transmite el “enajenador Canal 13”. Canal de Mierda!
En la actualidad, luego de 25 años y a punto de cumplir 3 décadas de existencia en este “bodrio país” manejado por codiciosos empresarios facistas y falsos socialistas, resulta preciso detenerme y concretar un acabado proceso de autopercepción.
Me he percatado, no mucho tiempo atrás, que he sido testigo acucioso del “envejecimiento” de otros y otras, pero no del “envejecimiento propio”. Percibía que todos y todas envejecían, pero jamás pensé que yo también lo hacía. Algo raro sucedía. Pasaba el tiempo y dejaba sus huellas por todos lados, menos en mi.
Un día exclamé: “Chucha que estoy viejo!”, debido a que mi sobrina, a quien conozco desde que era un delicado y bello capullo, me mostró que ya tenía “Pase Escolar!!!”
Calculé y reflexioné lo siguiente: “Estamos en el año 2007 y han pasado 12 años desde que salí del Liceo y di la P.A.A; 11 años que entré a la Universidad; 4 años que recibí un “piruja” título de Trabajador Social; y 5 años de experiencia laboral. Finalmente exclamé: “Chucha que pasa el tiempo rápido!”
Desde ese instante comencé con la imperante y patológica misión de analizarme a partir de algunos parámetros objetivos y comparativos. Medularmente ciertos tópicos biológicos, psicológicos y socioculturales.
En mi constante labor por establecer una descripción (cualitativa y adornada de algunas estadísticas) de quien soy y como me proyecto, acaece lo siguiente. Me repleto de temores al mirar detenida y minuciosamente en el espejo mi reflejo. Veo mi cara como de costumbre, pero con la diferencia que no es la de 5 u 8 años atrás. Indudablemente he envejecido y aunque no lo acepte y me “haga el de la chacra” es lo que soy: un adulto al borde de los 30 años. El espejo no miente!
Ahora me pegunto: “¿Por qué no me he percatado que he envejecido? La respuesta es simple: “Padezco el Síndrome de Peter Pan”. Así lo define Ana Luisa Gastón, Psiquiatra de la International Academy Conscientoliology: “El Síndrome de Peter Pan lo padecen las personas que aun en la edad adulta continúan pensando, sintiendo y comportándose de manera irracional, infantil e inmadura”. Quienes me conocen pueden aseverarlo!
Lo importante es en cierto sentido, padezca o no de este “Síndrome”, que me he percatado de cambios de índole bíopsicosocial que han sucedido durante este último tiempo y que son comunes en las experiencias de otros y otras.
Menciono, numeradamente y de forma azarosa algunos eventos que he vivenciado y que han llevado a que los plasme en este escrito:
- Gran dificultad para bajar la grasa abdominal. Todo el día sentado tras un escritorio y pensando sólo en la hora de colación. Así cuando!!!
- Resulta engorroso decir tu edad en público. Ya no eres el menor. Cuesta aceptarlo.
- La gravedad afecta tu trasero. En “buen chileno se te cae el poto” (no me ha sucedido aún, pero se ve venir).
- Te aparece “ guata cervecera y pechugas”. Estilo Homero Simpson.
- No puedes “carretear” viernes y sábado seguidos. Cuando sales de tu empleo el viernes quieres llegar rápidamente a casa.
- La gente te dice “oiga...usted...señor...” en vez de “oye...joven...”
- Tu cabello escasea. Se queda en tu peine, almohada o en tu mano. Si tienes un hermano mayor calvo, lo serás también.
- Te cansas al mínimo ejercicio físico. Ya no caminas tanto porque no debes ahorrar dinero como el estudiante universitario que fuiste. Correr, ni pensarlo!
- En las fiestas te dedican: “viejito, viejito bueno, viejito, viejo lolero!!! (también cachero).
- Si te ven con un niño o niña pequeña, creen al instante que es tu hijo o hija. Incluso te encuentran parecido.
- Te vistes como joven y te ves pésimo. Las zapatillas blancas ya no te acompañan. Al igual que el jockey y la mochila con chapitas de tu cantante favorito.
- Si te invitan a “carretear” lo piensas dos veces: “¿Me muero de sueño y frío o me quedo en casa viendo una película?”.
- Cambias la cerveza Báltica o Escudo por la Heineken o Royal. Recuerda que ya generas ingresos!!!.
- Disfrutas más que nunca las “Cumbias de la Sonora de Tommy Rey y Take on Me de A-Ha”.
- Simplemente comienzan las legunas mentales. Se hace común la expresión: ¿Dónde lo dejé? ¿Cuándo me dijiste eso?
- Vez una crema para las arrugas y piensas dos veces si la llevas. Tu interés por los catálogos de productos de belleza aumenta paulatina y silenciosamente.
- Han sacado del catálogo el álbum de música que has anhelado toda tu vida. Ya no están “2 Unlimited, Technotronics, Kriss Kross, Gun´s And Roses o Nirvana”.
- Se te han olvidado algunas enseñanzas escolares: nomenclaturas químicas, ecuaciones de primer y segundo grado, algunas nociones de geometría, el primer presidente de Chile, el verbo “To Be”, entre otras cosas.
En fin, puede que estos eventos biopsicosociales nunca te sucedan. Sin embargo hay otros peores, que en mi caso jamás sucederán!