Obviamente que necesito dormir para descansar. Aunque cueste una millonada de parafernalias para conciliar mi sueño, siempre lo busco y trato de acomodarme a las más singulares formas para lograrlo.
Antes de dormir siempre realizo una “cadena de rituales” para introducirme en este misterioso mundo. A menos que esté ebrio o sedado puedo obviar tales precedentes. De no ser así debo por lo menos despedirme de mi madre como cinco veces; fumar un cigarrillo o un puro; beber una taza de té; comer una fruta; jugar con mi gato; ordenar mi ropa para el día siguiente; leer mi libro de cabecera; ver los noticiarios y orinar. Sólo de esta forma puedo relajarme y por ende conciliar mi sueño. En parte explica el por qué no puedo dormir en otros lugares y camas.
Dormir me embelesa y place mucho. Me gusta sentir que duermo de forma plácida y sin la maldita preocupación que debo levantarme temprano. Si el fin de semana, estando en mi hogar, me despiertan temprano será un mal día seguramente. Primero porque perdí la oportunidad para dormir más y segundo porque tendré que recuperar lo no dormido durante una siesta que durará por lo menos 4 horas. En esos instantes mejor no hablarme ni dirigir palabra alguna. Menos llamarme por teléfono.
Yo tengo dos amigos ficticios. Uno se denomina “sueño” y el otro simplemente “insomnio”. Ambos siempre quieren estar presentes durante mi vida cotidiana, pero hay uno que triunfa y desplaza al otro.
Ejemplifiquemos. Cuando estaba en la universidad y necesitaba estudiar toda la noche bebía cantidades impresionantes de café para que “insomnio” derrotara a “sueño” y de ese modo estudiar concentradamente. Pero, muchas veces me sucedió que estando en plena prueba, “insomnio” es vencido por “sueño” y sin más explicaciones me quedaba dormido.
En otras instancias, en las cuales se presenta el estrés, la tristeza, la amargura, la nostalgia y la apatía social, mi amigo “insomnio” aniquila a “sueño”. Resulta entonces que no puedo dormir por largos periodos. Simplemente debo asistir al médico para que confirme una vez más mi crónica depresión y me recete algún medicamento y licencia de un mes como mínimo.
Mi última experiencia depresiva me obligó a dormir periodos amplios. Soñé muchas cosas. Ninguna de ellas terroríficas o hastías que me obligasen a despertar y volver al mundo real. De ese modo, esperaba ansiosamente la noche para dormir y soñar plácida y serenamente.
Hay una canción de Emmanuel que me ayuda a explicar lo que pienso y plasmo en este artículo:
“Durmiendo vivir durmiendo, Soñando vivir soñando”
(Emmanuel. Quiero Dormir Cansado. Íntimamente. 1980)
Al parecer genéticamente tengo una programación para dormir en exceso. Mis hermanos también son muy buenos para dormir, aunque mi padre y mi madre no lo sean, se duermen hasta en la cena.
En resumen, puedo afirmar que dormir me evade de la realidad. Es la única manera de lograrlo y es el por qué muchas veces prefiero dormir que ver televisión, ir a una fiesta o salir a hacer vida social.
Ahora entrego brevemente algunas razones mucho más prácticas y menos idealistas de mi necesidad de dormir siempre.
Dormir Siempre Significa que:
- No existe el tiempo. Cuando sueño jamás existe la cronología. No hay relojes y menos sé si es día o noche. Sólo existe el presente y todo se desarrolla en un “aquí y ahora”.
- Puedes hacer ciertas cosas que son imposibles en el mundo real. Por mencionar algunas, en mis sueños he abrazado a Isabel Allende, he conversado con Miguel Bosé y he asistido a un concierto de Madonna en primera fila. Una vez soñé que volaba y en otra ocasión que corría por la selva para librarme de dinosaurios. Todos hemos tenido “sueños húmedos”, así que nos los describiré.
No Dormir Siempre Significa que:
- Debes tener preocupaciones. Por culpa del maldito empleo, de los problemas familiares, del mundo en general y de “tanta mierda que se ve a diario” tu colon te “pasa la cuenta”. Tantas preocupaciones uno tiene que es imposible librarse de ellas. Tratas de dormir y es imposible por tus preocupaciones, luego no quieres levantarte de la cama porque simplemente no quieres enfrentarlas.
- Hay tiempo para reflexionar de tu alrededor. Quienes pensamos y reflexionamos mucho somos más depresivos. Todo se resume en eso.
- Hay tiempo para reflexionar de ti mismo. Te convences, te desilusionas y así sucesivamente. Ya no sabes quien eres ni de donde vienes, ni menos donde vas. Te cuestionas si tienes o no una misión que cumplir en este mundo. Incluso lees cosas como metafísica y de tipo oriental. Te vuelves ateo, te vuelves protestante o te apegas a una nueva religión. Creo que eso es muy complicado y bastante subjetivo. Mejor no ahondar.
- Siempre quieres dormir. Como única y real herramienta para evadir esta “puta realidad”. Mucho mejor que cualquier trago en exceso o droga alucinógena.
Conforme a todo lo expuesto, prefiero dormir para siempre. Eso sí, de vez en cuando quisiera despertar.