jueves, 21 de agosto de 2008

Comunicado Público: “Aún me Quedan Muchas Cosas por Hacer”.

Mucha controversia causé con mi artículo “Pido un Favor Antes de Morir” publicado el lunes 23 de junio de 2008. Mi intención no fue generar preocupación en ustedes, sin embargo debo agradecer enormemente su inquietud y cariño recibido durante este último tiempo.


Como dice el título de este artículo, aún me quedan cosas por hacer. Éso es bastante certero y real, por lo que morir en este momento (independiente de la forma que sea) no viene al caso.


Comprendo a cabalidad su preocupación y reitero mis agradecimientos. Ya casi todo el mundo sabe de mi maldita y continua depresión, la cual aparece sin que la llame y me forja el ser más triste y melancólico del mundo. No tengo palabras que puedan explicar lo que me sucede. Es más, creo que todos los psiquiatras que me han tratado no han sabido entregar una opinión convincente. Simplemente me han encasillado en una patología mental y se han dedicado grotescamente a medicar mi cuerpo y alma.


Como mencionaba anteriormente, aún me quedan muchas cosas por hacer y no podría descansar eternamente en paz si no realizo por lo menos el 80% de ellas.


Menciono a continuación algunos sueños por cumplir, muchos de ellos superficiales y otros imposibles. Algunos de ellos utópicos y bastante humanos:


- Tener mi propia Fundación. Para trabajar con personas con Síndrome de Down, Adultos Mayores abandonados o personas enfermas de SIDA. Sería el Trabajador Social más feliz del mundo si llego a direccionar una institución de esta índole.


- Viajar a China, Siria, Grecia y Rumania. Todo con la finalidad de conocer la Gran Muralla China; bailar Dabke; recorrer el casi Mitológico Olimpo; e ir en búsqueda del Castillo del Conde Drácula por los Montes Cárpatos.


- Escribir un libro autobiográfico. Creo que la percepción que tengo del mundo ha generado un particular mundo de la vida cotidiana, lo cual es digno de ser recordado por generaciones. Me autopercibo tan diferente al resto que un caso como el mío se da una vez por siglo.


- Presenciar el fin de la pobreza. No más africanos, centroamericanos (incluyo el Caribe), sudamericanos y asiáticos en medio de la miseria y la hambruna. Ojalá logremos los niveles de felicidad y satisfacción de los países escandinavos.


- Poner fin a la hegemonía capitalista norteamericana en el mundo. Para que los bastardos estadounidenses nos dejen en paz y devuelvan todo lo que nos roban.


- Bailar como Tony Manero. O sea como el mismísimo John Travolta, el bailarín de “Fiebre de Sábado por la Noche”. Con pantalones y camisa ajustada. Todo al ritmo de Bee Gees.


- Asistir a un concierto de Madonna. En primera fila eso sí para cantar cada una de sus canciones y demostrarle todo mi fanatismo acumulado por años y años. Gritarle eufóricamente: “Madonna, you are the Queen and the King of Pop!”


- Tener una entrevista cara a cara con Isabel Allende. Para abrazarla y agradecer sus bellas novelas. Para decirle lo hermosa que es y que la admiro demasiado. Para felicitarla por su romanticismo desmedido y por hacer que yo sea un romántico también.


- “Conchetumadrear” a George Bush. Por ser un asesino y ladrón.



- Escupir la tumba de Agusto Pinochet. También por ser un asesino y ladrón.


- Tocar el violín. Mi sueño frustrado. Cuando tuve uno en mis manos no fui capaz de generar sonido alguno. Mi idea es algún día interpretar “Somwhere Over the Rainbow” de la película el Mago de Oz (1939), junto a la inconfundible voz de Judy Garland.


- “Pichuliarme” a todos los presidentes de Chile. Aylwin, Frei, Lagos y Bachellet. Por chantas, corruptos, ladrones y “caras de raja”. Lo mismo haría si llega al poder algún candidato de Derecha.


- Ver una ballena en el mar. Es algo que me inquieta hace mucho y espero concretar pronto. Ver a estos reyes de los océanos nadar libres y sin temores es algo que sólo imaginarlo me emociona. ¡Japoneses de Mierda!


- Ser papá. Admito que siento el instinto paterno y que me emociono cada vez que veo un niño o niña. Me proyecto.


- Hallar la cura del SIDA. Aunque nunca me motivó la biología y menos las Ciencias Médicas, por lo menos realizar algún tipo de aporte. Por el momento abogo por la prevención.

Antología Kitsch Nº 7: Pablito Ruiz.

Pablito Ruiz fue sin lugar a dudas el cantante que más odié cuando era un púber. Lo recuerdo perfectamente. En aquella época mis amigos y yo asistíamos a nuestras primeras fiestas, en las cuales muchas veces nos vimos obligados a bailar sus canciones. Nuestras amigas gustaban sus temas y gritaban despavoridas frente a su tierna “carita de ángel”.

En términos evolutivos psicosociales, Pablito Ruiz era apetecido por todas las féminas chilenas próximas a experimentar su “menarquia” (momento en que por primera vez se menstrúa). Dentro de este grupo etáreo se encontraban mis amigas, a quienes aún conservo y culpo a la vez por todos aquellos malos momentos que vivencié durante sus fiestas (en todo caso fueron muy pocos).

Mis amigas eran fanáticas de Pablito Ruiz sin lugar a dudas. Mis primas, compañeras de escuela e incluso mi hermano mayor también lo fueron. ¡Sí! Aquel hermano mayor que era admirador de Emannuel. Es más, mi amigo César cantaba y bailaba sus canciones, recibiendo a cambio como merecido unos cuantos golpes y mofas por doquier.

10 años de edad yo tenía más o menos cuando este argentino intérprete conquistaba lentamente el mercado musical latinoamericano y español. Fue todo un fenómeno en México, país que muchas veces intentó opacar su figura porque este cantante fue una amenaza evidente para Luis Miguel. Sin embargo, todos y todas sabemos que no fue más que eso.

En aquella época, Chile se encontraba en el ocaso de la Dictadura Militar de Pinochet y debo confesar que yo era un niño completamente enajenado. No tenía idea lo que significaba un Gobierno Militar y menos aún comprendía lo que era vivir en Democracia. En aquellos años mi mundo se reducía sólo a la lectura afanada de la Mitología Griega; a mis primeros balbuceos en inglés interpretando Madonna; y mi afán de coleccionista empedernido de estampillas y hojas de árboles.

14 años de edad tenía Pablito Ruiz y causaba tanta rimbombancia, que era imposible imaginar algún programa de televisión en el cual él no fuese el invitado más importante. Recuerdo perfectamente que estuvo en reiteradas ocasiones en “Sábados Gigantes” y que fue todo un éxito en el “ahora alicaído” Festival de Viña del Mar.

El fenómeno fue tal, que en sus inicios lo proyectaban como un probable “Guinness Records”, ya que vendió más de un millón de copias sólo con su primer disco, a mediados de los años 80´s. Realmente vendió más discos que cualquier cantante en español de la época (excepto Mecano, obvio)

Su canción más representativa y por la cual fue ovacionado por las féminas desprovistas de vellosidades púbicas fue “Oh Mamá, Ella me ha Besado (1987)”. Quien no recuerde esta canción se debe a que simplemente no tuvo una radio donde oír música. La canción resultó tan “pegajosa” que fue interpretada hasta por los más masculinos púberes pre-adolescentes de la época. Lo recuerdo perfectamente.

Sin embargo, el enriquecimiento de sus “managers” le duró poco tiempo. Solamente los tres primeros discos de este cantante, Pablo Ruiz (1985), Un Ángel (1987) y Océano (1989) lograron éxito de ventas, la rotación excesiva de sus videos y de presentaciones en festivales de música popular. El resto de sus discos son una verdadera y evidente “escoria musical”.

Nada supe de este cantante por años. Sólo era un evidente recuerdo de niñez que muchas veces prefería no revocar. Sin embargo, pude apreciar a Pablito Ruiz, ya una persona de 30 años de edad, como un artista meramente decadente. Estuvo presente en un programa de televisión durante el cual se mofaron hasta el cansancio de su femineidad y sobre todo de ciertas especulaciones de su supuesta homosexualidad y pasión por las pelucas y tacos agujas. Él simplemente se rió de todos, ya que jamás se dio por aludido y comentarios no realizó al respecto.

Sin embargo, lo que llamó mi atención fue su cambio físico y facial. Su “carita de ángel” se tornó en un adefesio que ni la cirugía plástica podría solucionar. Inclusive, realizó una presentación en la cual mostraba su abdomen, el cual era una suma indiscriminada de “michelines”. En ese sentido nos asemejamos.

Ahora que asumo sin vergüenza mi adicción a la “Música Kitsch” afirmo que mucha nostalgia me trae escuchar las canciones de Pablito Ruiz. Sin embargo, jamás compraría algún disco recopilatorio de este cantante, ya que simplemente no está a la altura de otros u otras que si lo merecen y que han sido injustamente olvidados.

Contemplar a Pablito Ruiz en esta “Antología Kitsch” responde únicamente a que me revoca a mi niñez y a la de mis amigas, a quienes les dedico “Oh Mamá, Ella me ha Besado (1987)”, su canción más famosa y que sin lugar a dudas lo determina más:

Pepi, Luci, Bom y Otras Chicas del Montón. Mi Última y Evidente Obsesión. Trilogía de Escenas.


Mi última visita al psiquiatra fue muy determinante: “no puedo recetar más medicamentos ya que estoy fomentándote la adicción a los ansiolíticos y somníferos”. Ésa fue la última y sabia respuesta de mi médico este año.

Luego de aquello no asistí más donde este profesional de la salud, sino que simplemente decidí hacerlo cuando “me autoperciba como una persona capaz de controlar la ansiedad y baje mis niveles de obsesión”. En todo caso he logrado notables avances: “ya no preciso somníferos porque duermo perfectamente 9 horas en promedio por noche”.

Personalidad obsesiva y compulsiva. En fin, una persona que ama los detalles y la perfección de las cosas; exageradamente crítico conmigo mismo y con los demás y, al mismo tiempo, dubitativo. ¡¡¡Chucha que soy complicado!!!

En una ocasión le pregunté al médico por qué me “rayaba” tanto con las cosas que me producían placer o que simplemente me motivaban. Respondió lo siguiente: “a las personas obsesivas y compulsivas no les gusta sentir que pierden el tiempo en cosas que no les producen placer”. O sea, las cosas que me gustan las disfruto en un 100%. Ahora comprendo mi adicción a la música, a los gatos, a la lectura, a la Mitología Griega, a Drácula, a las enciclopedias, al tabaco, a dormir y a las conversaciones con mis amigos y amigas. También hay muchas otras que no quiero detallar y que son de índole personal. En resumen, me “rayo u obsesiono” por mucho tiempo con aquellas actividades que resultan placenteras y que además me diferencian del resto.

Últimamente me he tornado un “adicto al cine”, pero no de “Hollywood o Disneyland”. Trato de diferenciar y optar por lo que hace resonancia conforme a mis convicciones ideológicas, cotidianas y personales. El cine que frecuento no es de “Premios de la Academia” ni menos de “grandes estrellas” que se destacan más por su rostro y anatomía perfecta.

Hace un año exactamente que “rayo la papa” o me he obsesionado con la película del gran director español Pedro Almodóvar: “Pepi, Luci, Bom y Otras Chicas del Montón (1980)”.

Esta obsesión tiene su génesis hace 7 u 8 años, época de mi vida en la cual era un estudiante universitario que se proyectaba con éxito en lo profesional. En un dos por tres a esta película española se le quita el rótulo de “censura” impuesto durante la Dictadura Militar de Pinochet.

A partir de esta fecha mis tres amigas y compañeras de universidad (Chipi, Ote y Dolly) me invitan al “Cine Normandie” a ver esta película, obviamente no acepté, ya que tenía que trabajar o simplemente no me interesaba.

Las críticas y comentarios de la película realizados por mis amigas y compañeras de universidad fueron bastante escuetos y de poca relevancia. En fin, la película en cuestión no me interesaba en lo absoluto.

Sin embargo, hace un año atrás todo cambió repentinamente a partir del instante que navego por internet y llego a una página en la cual se describían las películas censuradas en Chile y su pugna por ser transmitidas mediante la televisión por cable. Desde ese momento “Pepi, Luci, Bom y Otras Chicas del Montón” pasa a ser transmitida por VTR y se arma una vez más la polémica.

Me pregunto ¿Qué tan terrible puede ser esta película? Entro a YouTube para indagar exploratoriamente y me percato sólo de una cosa: “Pedro Almodóvar es un genio”. Desde aquel momento mi obsesión llega a tal punto que soy capaz de repetir fielmente diálogos de esta película; conozco y disfruto su banda sonora; he potenciado mucho más mi adicción por la Música Kitsch; me volví incondicional por Carmen Maura; y resulta ahora que soy “fan de Alaska y Fangoria”. Debo agregar además que he comprado varias películas de Almodóvar, de quien soy su fiel admirador.

Sin embargo, no todas las acciones en torno a mi obsesión han dado frutos, ya que encargué esta película al extranjero y aún no he podido verla. Viene en formato PAL y el DVD de mi casa no la lee.

Por este motivo y junto a los reiterados comentarios de mi amigo Miguel, quien me recuerda siempre lo “rayado que estoy” por esta película, he decidido realizar tres artículos al respecto. Espero que de esta forma calme mi obsesión y comprendan mi “rayadura de papa”.

A continuación nombro los capítulos y su correspondiente orden de presentación, los cuales serán publicados desde la próxima edición:

- Primera Parte: “No te importa intentar por detrás, es que estoy más acostumbrada”.

- Segunda Parte: “Cuarentona y blandita! Como a mi me gustan!” Dedicado a mi amiga Ana.

- Tercera Parte: “Te meto el dedo en la raja”